Echo de menos toda esa felicidad que un tiempo atrás desprendía con solo andar. Echo de menos reir hasta llorar. Echo de menos ese brillo que había en mis ojos, del que ya solo queda un simple destello. Echo también de menos caminar con la cabeza alta, dando pasos firmes segura de mi misma. Echo de menos no tener miedo.
Pero después de todo se que no voy a volver a ser la misma. No volveré a ser esa persona despreocupada y confiada. No ahora. No después de todo. Ahora solo puedo pensar en el daño que pueden hacerme, en desconfiar de todo el mundo porque sé que me van a fallar. Me he sentido engañada, traicionada, ignorada y olvidada.
Solo se que no volveré a ser esa niña buena a la que todos podían engañar con facilidad. No voy a ser esa persona confiada que a la mínima de cambio se encaprichaba por cualquier tontería, que se aferraba a la primera mano que le tendían. ¿De qué sirve ilusionarse por algo si a la minima de cambio todas mis ilusiones se rompen en mil pedazitos? ¿De que sirve confiar si cuando lo haces te dan mil puñaladas traperas? ¿De qué sirve pensar tanto en los demás si luego cuando eres tu el que lo necesitas no tienes a nadie a tu lado? ¿De qué sirve querer si siempre hay uno que sale herido?
En ocasiones es difícil encontrarle un sentido a la vida.
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